sábado, 19 de junio de 2010

Cortina Abierta y la estética relacional en Arsomnibus

por Roger Colom


Era sábado. Llevaba trabajando desde las 7 de la mañana. Eran las 6 de la tarde y estaba agotado. Pero agarré el 53 y me dirigí al 1440 de la calle Cortina, en Villa Luro, un viaje largo que hice de pie.
A veces uno hace un esfuerzo sólo para ver si valía la pena hacerlo. Anticipo: valió la pena.

Cuando llegué a Cortina Abierta, el espacio cultural al que me dirigía y que ese día de mi cansancio absoluto cumplía un año de funcionamiento, fui, para mi sorpresa, muy bien recibido, incluso después de anunciar (sin solemnidad, por favor) que venía de ARSOmnibus a hacer una nota. Normalmente me importa muy poco, o nada, cómo se me recibe en un espacio cultural (y hay algunos en los que no te dan una patada simplemente por miedo a que los denuncies), pero en Cortina Abierta pasa otra cosa: como su nombre indica, la apertura forma parte de la jugada.

En esa casa de la calle Cortina vive Natalia Sáenz Valiente, la líder espiritual del proyecto. Ahí hace su vida con su marido, el enólogo Alejandro Iannizzotto. Pero la suya no es exactamente una casa privada, de clase media, cerrada casi siempre por miedo al exterior. Es un espacio habitacional que da lugar al arte y el proyecto, desde sus inicios contó con la participación de un colega de la gestión cultural y amigo del matrimonio: Jorge Salas.
La casa se abre al barrio y a todo el que quiera ir y participar de lo que se expone, de la música, de los poemas que se leen, de la conversación, de lo que se come y se bebe durante las inauguraciones o cierres de muestra.

Digo "participar" porque Cortina Abierta no es en realidad una galería, como tampoco es sólo una casa. Es un espacio híbrido, un lugar tradicionalmente cerrado que ha sido abierto, un lugar que todo indicaría privado en el que cabemos, de una manera u otra, los otros, los demás, nos/otros. Como me dijo Natalia cuando logré que se sentara un rato a hablar conmigo, "acá la gente viene a vivir con las obras." Y eso es distinto de lo que ocurre en una galería o en una sala de exposiciones. El protocolo de acercamiento a la obra tiene otros pasos.

A Cortina Abierta van los vecinos, van escuelas, artistas, curadores, "más que hogar- galería, es un asentamiento de artistas." Viendo cómo se comportaba la gente a mí alrededor, esa tarde de mayo en la que yo estaba tan cansado, me di cuenta de que aquí estaba pasando algo distinto a lo que uno encuentra habitualmente. Esto era claramente lo que Nicolás Bourriaud llama "estética relacional", algo que define él de la siguiente manera: "un tipo de prácticas artísticas que toma como punto de partida teórico y práctico la totalidad de las relaciones y su contexto social, más que un espacio independiente y privado."

Claro, Bourriaud pudo poner en práctica su idea como director del Palais de Tokio en París. Cortina Abierta no es el Palais, ni cuenta con un presupuesto dotado por el Estado Francés. Aquí, como con tantas iniciativas que se dan en Argentina, la cosa se hace a pulmón.

En una casa de un barrio fuera del circuito tradicional de las artes de Buenos Aires, hay que lidiar con otro tipo de intemperies: la estética relacional vive en esos climas, más que en los que el Estado prepara y presenta, siempre como propaganda, siempre con la censura (presupuestaria) al acecho.

Digo que lo que se practica en Cortina Abierta es un tipo de estética relacional precisamente porque Natalia ha abierto su casa con la idea de establecer un contexto social, una circunstancia de posibilidades, para pensar el arte, o lo estético, desde otro punto de vista. Es importante la disposición de las obras pero aún lo es más el hablar un rato, poner un disco y bailar; o sentarse en el suelo del dormitorio (vaciado de muebles para la ocasión) a oír unos poemas, tomarse un vino, y luego seguir hablando, seguir estando en ese lugar, y estando en él con los demás. El espacio abierto ofrece, a quien llega hasta él, la oportunidad de abrirse.

En Cortina Abierta se generó un ciclo de cine, conducido por Dany Barreto y Mariano Soto, que rotará a otros espacios. Las itinerancias forman parte del emprendimiento: Cortina abierta exhibe obras y lleva a cabo propuestas en otros espacios y en otras ciudades del interior del país. También se está armando una biblioteca con la donación de catálogos y libros de arte por parte de artistas, teóricos y público en general. Se dan charlas, visitas guiadas y conferencias. Se arman toda clase de historias. Y la gente va y lo pasa bien, y se conoce y arma proyectos a partir de ahí. De lo que se trata es de crear un contexto para eso.

Natalia me criticó ser demasiado cariñoso con algunos de los proyectos sobre los que me ha tocado escribir en ARSOmnibus. Y tiene razón. Pero me parece mejor ver las posibilidades, el potencial de esos esfuerzos, que tirarlos al suelo y darles unas hostias. Creo que precisamente lo que hace falta en un medio tan hostil como éste en el que vivimos es celebrar ese potencial. Y que nadie me diga que la hostilidad que tenemos en el mundillo artístico de Buenos Aires no es gratuita, a menudo innecesaria y casi siempre improductiva. Ni siquiera es una violencia seria, selectiva, realmente crítica.

Así que voy a seguir celebrando lo que me parece valioso de los proyectos que voy conociendo. Hay algunos mejores que otros, claro, y este de Cortina Abierta es pequeñito pero potente. Es esa clase de iniciativas que, si se extienden por toda la ciudad, pueden cambiar la forma en la que se entiende el arte. No es un espacio académico ni comercial, es otra cosa: un lugar para encontrarse en el arte y vivir de otra manera.

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